EL USO DE LAS TERMAS
El cojunto consta de cuatro espacios, formados por tres piscinas a diferentes temperaturas con una sala entre ellas decorada con un bello mosaico. Ésta es una estancia con suelo radiante, templada, que sirve para permanecer en ella un rato mientras el cuerpo se va aclimatando.
En la mayoría de las termas romanas se comienza por sumergirse en el Frigidarium donde, una vez que se ha experimentado el entrar en una bañera fría (y superado el contraste), la sensación que deja al salir se reconoce como uno de los placeres más reconfortantes y tonificantes. A pesar de la sensación inicial, es una parte imprescindible del baño romano y merece la pena.
Después se pasa al Tepidarium, la piscina más grande de agua templada donde caben varias personas, con paredes de mármol y un ambiente relajante. Es un paso intermedio entre la de agua caliente y la de agua fría, donde se puede estar todo el tiempo que se quiera.
Desde ésta se puede ir a la piscina caliente, el Caldarium (con la temperatura entre 36 y 38º) o sumergirse de nuevo en el Frigidarium, según se desee.
Tras documentarnos y tras hacer arduas investigaciones de arqueología experimental, el recorrido que recomendamos, con el tiempo de permanencia en cada una, es:
Fría, desde un segundo (suficiente) a un minuto (los romanos y romanas con poderío); Templada, para relajarse tranquilamente; Caliente, de 1 a 3 minutos; y vuelta a la Templada...
Resumiendo: en la fría lo que puedas, en la templada lo que quieras y en la caliente lo que te dejen.
Para terminar, si se quiere salir de las Termas relajados se termina con la caliente o si, por el contrario, se quiere salir despejado y activo, hay que finalizar en el frigidarium.
Como hemos dicho, es una experiencia única, y... afortunadamente repetible.